Me gusta jugar con mi amigo Mario.
Somo buenos amigos. Cuando cualquiera de nosotros es enviado a algún lado, siempre vamos juntos.
Un día, mi abuela me envió a la tienda a comprar sal y aceite de cocina. Fui con Mario.
En el camino, vimos a nuestro amigos jugando fútbol.
¡Oh! ¡fútbol! dije. Yo también quería jugar.
Le dije a Mario: "Vamos a preguntarles si podemos jugar con ellos. Me gusta mucho jugar fútbol."
Mario respondió: "Vamos primero a la tienda, y luego venimos a jugar".
Pero yo respondí: "¡Juguemos primero! Mi abuela no nos permitirá regresar."
Fuimos con nuestros amigos a jugar. Yo era el portero. Los postes del arco estaban hechos con dos piedras grandes.
Trabajé duro para atrapar el balón. Mis amigos no fueron capaces de marcar ningún gol.
Jugamos hasta que el campo se llenó de arena.
Después fuimos a la tienda. ¡El dinero de la abuela había desaparecido! Comencé a llorar. Mario gritó: "Deja de llorar. Tu querías jugar primero".
Volvimos a casa sin sal ni aceite de cocina. Estábamos muy sucios y preocupados.
La abuela estaba molesta cuando llegamos a la casa. La primera pregunta que nos hizo fue: "¿Dónde estuvieron todo este tiempo?"
Tuvimos que decirle la verdad. Ella nos perdonó pero nos advirtió: "Nunca más vayan a jugar sin permiso".
Fuimos a darle de comer a los patos. Después, nos limpiamos.